"Amor, no llegaste al bar esta tarde. Te estuve esperando".
El mensaje corto y conciso resultó demoledor. Ella confirmó todas las sospechas que llevaba meses arrastrando, el maldito la engañaba.
Tomó nota rápidamente del número de la otra y lo guardó dentro de su puño, como al único rehén de una batalla que apenas comenzaba, luego volvió a dejar el teléfono donde estaba. No lo razonó, simplemente actuó.
-Mi amor, tu amor acaba de escribir. Dice que no fuiste al bar. ¿qué le respondo?.
Dentro del baño, El sintió como cada molécula de agua se evaporaba de su boca. Terminó de lavarse las manos y se miró al espejo.
-Ya se cagó todo. Pensó.
Pudo inventar alguna excusa, pudo negarlo hasta morir. Pero salió a la sala con la toalla en las manos. Siete años de matrimonio que se acaban. En los ojos de ella pudo ver el rencor y la satisfacción de la venganza. No se lo pondría fácil, le quitaría la fábrica, el auto y la casa.
El tampoco razonó, simplemente actuó y con la toalla enganchó su cuello, su hermoso cuello de modelo de alta costura y apretó cada vez más.
El cuerpo exánime rodó sobre la alfombra, dejando escapar el papelito con el número de la amante que fue a dar bajo el sofá.
No importaba nada, ni como escondiera el cuerpo o como armara su coartada. Dentro de poco el detective asignado al caso encontraría el papel incriminatorio y la investigación daría con el culpable.
Bajo tres metros de sepultura el cadáver de la esposa sonreiría hasta el fin de los tiempos.
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