Cristina subió a la bicicleta estática con la música de los beach
boys para animarla desde el iPhone. Era mejor que unirse a la clase de
aerobics y verle la cara a Carmen, la nueva esposa de su ex y antigua
secretaria.
La muy perra se inscribió en el
Garden Club sólo para pasarle por la cara esas horribles tetas operadas,
las siliconas que para el imbécil de su ex marido valían más que quince
años de matrimonio.
Pedaleó con más fuerza de la pura rabia "sigue así Cris, sácalo todo y de paso fortalece tus gluteos".
Terminó con más energía que un mono con sobredosis de cafeína, es increíble el poder que tiene la rabia contenida.
Se lanzó a la piscina y braceó como una seleccionada olímpica, cinco largos de ida y vuelta.
Estaba lista para una ducha fría y a empezar el día.
Pasó
por la sala de camas turcas y allí estaba: Carmen y su voz chillona de
burdel barato, no pudo verle porque llevaba unos pepinos en rodajas
sobre los ojos y una mascarilla verde sobre la cara. La muy ridícula
estaba en la cama turca hasta el cuello de vapor y con una puta
mascarilla.
"Hola, ¿me sube la temperatura?"
Carmen imaginó que el empleado del club subiría un grado a la cama turca
y sería delicioso recibir todo ese vapor.
Pero Cris tenía otros planes, puso el termostato a máxima temperatura y trabó el seguro de la cama turca con una toalla.
"Después de esto le dirán la tetas derretidas", pensó Cris mientras tarareaba una canción.