Llegó después de las nueve, cuando ya suspiraba aliviado porque no se presentaría.
Pero allí estaba con sus jeans gastados, camiseta negra y chaqueta de cuero. Un leve olor a cigarro barato como único perfume.
Pero allí estaba con sus jeans gastados, camiseta negra y chaqueta de cuero. Un leve olor a cigarro barato como único perfume.
Tomó asiento en la mesa de la cocina y habló fuerte y contundente sobre sus proyectos de negocios, esta vez la haría en grande, decía.
Margarita aún dormía la borrachera de la tarde y confiaba en que mi hermano se iría pronto, sólo quería veinte dólares prestados para algo de su nuevo negocio, quizá el noveno negocio que intentaba y apenas estamos en febrero.
Le di el billete y traté de sacarlo explicándole que ya era tarde que Teresa, su mujer en quinto mes de embarazo, le estaría esperando.
Pero Margarita llegó a la cocina arrastrando los pies y mi hermano tomó asiento nuevamente.
No sé como llegamos a esto, las botellas siguieron circulando y me quedé dormido un rato, me despertaron los gemidos de Margarita, alucinando con las embestidas de mi maldito hermano.