El Blog de Juan Cuevas: El talento de Martin

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11 de abril de 2013

El talento de Martin

Martin trabaja en la pizzería de martes a domingo, nadie sabe que hace en su tiempo libre, no se le conocen vicios y después de veinte años en el mismo empleo parece parte del mobiliario.


Los días flojos llega pasadas las diez a su departamentito al otro lado de la ciudad, un barrio pobre de clase obrera, allí le espera su esposa Martha y su pequeño hijo, Benjamín. El pequeño nació con problemas porque Martin tenía casi cincuenta cuando nació y la madre al menos cuarenta y cinco, aunque nunca supo con exactitud la edad de Gladis, la mujer con la que tuvo la mala idea de enredarse.
Jamás olvidaría aquel error.

Fue hace cinco años, barría la calle cuando vio a una mujer atractiva vestida de negro, rubia estupenda pensó justo antes de verla caer al suelo al intentar doblar la esquina, aunque no son buenos tiempos, corrió a prestarle ayuda, porque sabía que nadie más lo haría, el mundo ya no es como antes pensó. En parte fue por excitación.
Parecía drogada o demasiado ebria, pero no tenía aliento alcoholico. Se la llevó al local, el señor Dinker no estaba ese día. La sentó en una mesa apartada para evitar las miradas curiosas de los chicos de la cocina, le dio de comer y le prestó el baño para que se aseara, parecía vivir en la calle desde hace unos días, estaba pálida o era demasiado blanca, después del segundo vaso de coca cola y un trozo de pizza le volvió el habla, le examinó el brazo y la herida en la muñeca ya no sangraba. El corte no debió ser muy profundo aunque la costra de sangre seca era muy ancha, no podía entender que siendo tan bonita había intentado suicidarse, así se lo dijo y ella sonrió.

En realidad Gladis Hinojosa era una vividora de medio pelo, pero de eso Martin se dio cuenta demasiado tarde. Salieron un par de veces y a la tercera cita lo llevó a su departamento, en la zona mas rudaa de la ciudad. En esa época Martin vivía en una residencial de las que no permiten visitas nocturnas. Era lunes y Martin estaba nervioso de estar a solas en el departamento de su nueva amiga, mis hijos están en la escuela, le tranquilizaba, tenía tres hijos de diferentes padres.

Martín salió de allí en menos de una hora por la ventana del baño. Fue por culpa del último de sus novios, un marino que entró con su propia llave. Martín estaba en el baño con Gladis, ella le mostraba el departamento o apenas empezaba a hacerlo, empezando por el baño donde se besaron, cuando el oficial entró de golpe, ella cerró la puerta del baño y en un par de gritos puso al corriente del marinero sobre las noticias de la casa, fue allí que mordiendo las toallas para no hacer ruido Martin y Gladis concibieron al pequeño Benjamín, mientras detrás de la frágil puerta de baño el marino hablaba de su viaje por el Asia.

Fue una aventura que tuvo meditativo y risueño a Jaime durante un par de días, hasta que se prometió no volver a ver a esa loca.

Pero la volvió a ver cinco meses más tarde, al entrar por la puerta de la pizzería con la panza inflada y una falsa dignidad en el rostro. Ojalá no hubiera sido de esa manera, pero entonces no te tendría aquí, pequeña dicha, se oyó decir Martin al niño que dormía en una cuna demasiado estrecha.

Martin ahora tiene esposa, una buena mujer. Decir buena mujer casi siempre significa lo mismo: no es bonita pero tiene buenos sentimientos y cuida del pequeño Benja. No es cosa fácil cuidar a un niño especial sobre todo si no es fruto del amor. Pero Martin venía con este pequeñín, era parte del paquete y así lo aceptada Martha, la buena de Martha, siempre abnegada y con una sonrisa para todos, es de esas personas que parece que nacieron siendo adultas, no te las puedes imaginar de otra manera. Quizá nunca fue niña, tal vez simplemente apareció en el mundo como una nueva reencarnación de su propia madre. Que a su vez renació de otra madre siendo ya adulta y así desde el primer momento en que hizo falta una madre.

Benjamín está enfermo, es el corazón. Demasiado grande para su pequeño cuerpo, esperaban que mejorara con los años pero en las últimas semanas se agita demasiado así que este lunes deben ir al médico a ver los análisis.
Martin odia a los médicos, desde pequeño les tiene miedo. Siempre significan malas noticias. Es el tipo de cosas que trauman a una persona cuando su madre muere en la sala de un hospital a los cinco años.

Martin no habla mucho, incluso mientras barre la calle y todos lo saludan saca un sonido apenas audible, es la timidez y lo sabe pero no le importa demasiado.

En la cocina la música está a todo volumen, ni al señor Dinker ni a él les gusta la música tan fuerte, pero parece que es la única manera de que esta gente se ponga a trabajar, razonamiento que ambos comparten sobre los emigrados peruanos que trabajan en la cocina, para ambos es incómodo, aunque nunca han hablado de eso.
A las cuatro de la tarde o poco antes el local cierra para volver a abrir como a las siete, antes cuando Martín vivía en la residencial solía marcharse, pero ahora no puede porque no alcanzaría a llegar de vuelta, lo mismo sucede con Dinker y con el muchacho que lava los platos. Por eso improvisan en el salón principal unos viejos colchones para dormir un buen par de horas. Martin lo necesita más que nadie pues no duerme por las noches. El pequeño Benja llegó a este mundo con el sueño cambiado, duerme casi todo el día y despierta poco después de las doce de la noche. Por eso Martin se desvela con el niño, así Martha puede hacer sus cosas tranquila y gracias a ese sistema ella teje ropa de lana para las vecinas durante el día.

Las noticias no eran buenas, el Benja necesita una operación a corazón abierto, es la única manera de salvarle la vida pero se trata de una operación muy costosa, imposible de costear para ellos. El papel con la cifra parecía un trozo de plomo en las manos de Martin.

Ni con otros veinte años de trabajo, calculó.
El lento bus de regreso a casa parecía albergar una procesión en su interior, sólo el Benja jugaba y reía con las luces nocturnas de la ventanilla. Hacía días que había agarrado la manía de andar con un trapito muy sucio en su manito, superficie que veía, superficie que escupía y se ponía a limpiar con el trapito. Cuando terminó con la ventana escupió a su papá y se puso a limpiarle la cara con el trapito sucio, por eso nadie notó la lágrima que empezaba a rodar por su mejilla.

Si no hacen nada eventualmente sufrirá un ataque, puede ser en unos meses, tal vez un año, podemos darle medicina, no se preocupe no sufrirá.

Hace años escuchó a otro médico diciendo casi la misma frase. Siempre con malas noticias, pensó.
Esa noche no tuvo ganas de jugar con Benjamín y el pequeño pareció entenderlo, se sentó tranquilo junto a su padre y se entretuvo viendo televisión. Martin sintió deseos de probar un cigarrillo por primera vez en su vida pero la idea no le duró mas de dos segundos, fue cuando vio el anuncio en la tele, algo le hizo click en la mente. La cifra del premio mayor era idéntica al valor escrito en el papel que les entregó el médico, tal vez una señal.
En todo el trayecto de regreso a casa había estado pidiendo una señal a Dios para saber cómo salvar a su hijo y allí estaban esas modelos anunciando un nuevo concurso y como premio la misma cantidad que necesitaba, no parece señal divina que unas muchachas con mucha silicona y poca ropa sean las mensajeras de Dios, pero quién soy yo para negarlo. Incluso el Benja estaba calladito y le permitía seguir las bases de concurso, eso sí era una señal.
Envió el cupón del concurso a la mañana siguiente, no fue difícil recortar el cupón del periódico y meterlo al buzón de la esquina sin que nadie lo notara. Pasaron un par de días y le llamaron del canal. Debía presentarse el siguiente lunes a las audiciones, si lograba pasar podría ir por el gran premio.

Nadie conocía los planes de Martín, le daba demasiada vergüenza hablar de eso y por eso se presentó al canal sin haber ensayado ni una sola vez, solo alcanzó a sacar la noche anterior el disco de acetato del trabajo y con él se presentó ante los jueces. En las dos horas de espera haciendo cola una cámara en exteriores entrevistaba a algunos concursantes, Martín casi se muere de la impresión cuando los vio llegar, no imaginó que sería así, al menos el disco le servía para cubrirse el rostro cada vez que le enfocaban.

Fue uno de los asistentes de producción quien le explicó que no tenían un equipo para reproducir aquel viejo long play, pero podría intentarlo sin música a Martín le temblaban las piernas, nunca en su vida había cantado y menos en televisión o peor aún sin música de fondo.
No sabía que hacía en aquel sitio después de todo, le botarían al primer intento, daba igual quedarse o no.
así que se quedó.

Las cámaras le apuntaron y estaba seguro que la luz sobre su rostro lo dejaría ciego muy pronto, el trío de jueces no se lograba distinguir. Uno de ellos le preguntó el nombre y otro hizo un comentario con el que todos se rieron. Jaime tomó aire y empezó a cantar lo mejor que sabía con los ojos cerrados, nunca supo lo que pasó mientras cantaba, ni si logró terminar la canción completa o si olvidó algo de la letra. Se quedó en blanco con la luz en los ojos. Luego de unos segundos que parecieron años, una asistente lo sacó del escenario y le entregó un contrato. Estaba dentro. Sería el último participante del próximo programa.

Ir por el premio mayor, aquello parecía cosa de locos, su esposa leyó dos veces el contrato sin entender nada. Amaba a Martin, dios sabe que era asi. Pero jamás lo había escuchado cantar y no tenía facha de estrella del espectaculo. Lo hacen para reirse, pensó. Ella veía el programa desde que empezó y sabía que siempre colocaban al final a uno que lo hace pésimo para poder burlarse, incluso las críticas de los diarios hablaban de eso, pero Martin no lo sabía, porque las noches de domingo estaba lleno de trabajo en la pizzeria.
¿Cómo explicarle que los de la tele solo querían humillarlo?.

Tal vez piensa ganar en serio.
¡Por supuesto que pretende ganar!.

Lo hace por el niño. Martha siempre estuvo dispuesta a apoyarlo en todo, incluso hacerse cargo de un niño que jamás tendría la conciencia de la gratitud, no se lo decía a Martin pero a veces el niño se ponía agresivo con ella, como si no la reconociera. Todo lo podía soportar, menos que le humillaran públicamente, eso no se lo merecía Martin. Pero, ¿cómo explicarle sin herirlo?.

Pasaron un par de días hasta que empezaron a anunciar el show con los nuevos concursantes de la semana, algunas tomas de las chicas con poca ropa, el presentador hablando del dinero y unos flasheos de lo cinco nuevos participantes, Martin entre ellos. Nadie sabía como cantaban, solo mostraban las imágenes de las eliminatorias y el tema del programa, esa era la gracia. Que nadie supiera como lo hacen los participantes, millones veían el programa en todo el país.

En buena medida para descubrir al fracasado de turno, el que no tenía dignidad y sería objeto de toda la burla. Martha temblaba cada vez que pasaban el comercial. Le prometió acompañarlo entre el público aquella noche. Como participante le regalaron cinco pases de cortesía que vendió entre los clientes de la pizería para reunir algún dinero extra, todos menos el pase de Martha, la necesitaba aquella noche. El niño no podría estar, a esa hora aún dormía así que una vecina le cuidaría. A veces quisiera ser como el Benja, pensó Martha.
En la pizería las cosas tampoco andaban bien, desde que empezó la publicidad y reconocieron a martin no faltaron los borrachos odiosos dando la lata, exigiendo que el mesero cante, que demuestre su talento. Con uno de ellos la cosa se puso fea, incluso le arrojó un vaso de cerveza a la cara, pero Martin es hombre paciente y cuando el señor Dinker sacó al ebrio el solo se limitó a trapear el piso y seguir con su trabajo.

Lo que no pudo hacer en toda la semana fue ensayar la vieja canción de opera que tanto le gustaba y con la que participaría, en realidad nunca había cantado, pero sabía que podría hacerlo, tenía que hacerlo por el Benja.
La noche del sábado previa al programa las cosas se salieron de control y por primera vez vio a Martha perder los estribos.

¿Crees que puedes ganar?, ¿en serio te lo has planteado?. ¡tu nunca haz cantado!, será un desastre y no quiero que te humillen.

A Martin jamás le ofendieron las ofensas, nunca les prestó atención. Ni cuando la madre del Benja le hacía la guerra por el niño, gritándole improperios en la calle.

Pero las palabras de Martha le dolieron en el pecho. Por eso durmió por primera vez en el sofá, en realidad no pudo dormir casi nada. El no sabía si en verdad cantaba o solo haría una cosa rara para las burlas, solo lo hacía porque pensó ver aquella noche en la tele una señal de Dios para salvar a su hijo.

No le tenía miedo a las burlas, ya podrían reir todo lo que quisieran. Lo que no podía hacer era perder al niño.
La pista para que cante estaba ya preparada en el escenario, Martin usó su uniforme de la pizzería para la presentación, era el único traje de gala que tenía.

De pie frente al espejo parecía un triste payaso con la cara sin pintar. Alto y obeso no parecía un galan de la canción ni pretendía serlo.

Solo será esta vez, cantaré una sola vez en la vida y será todo, pensó.

Pese a la pelea Martha estaba sentada entre el público, no pudo decírselo pero estaría junto a el pese a las pifias.
La luz era menos intensa esta vez, un breve diálogo mas bien amable por parte de los jueces, que le explicaron al público que era un pizzero, con un hijo enfermo.

Después vino la música.

Fue como si Dios enviáse un ángel a cantar, el público se estremecía con aquella voz y luego de la segunda estrofa muchos lloraban. Al finalizar el tema los aplausos duraron tanto que el programa terminó más tarde de lo pensado.
Los ojos llenos de lágrimas de Martin recibiendo el premio fue lo que los diarios del día siguiente publicaron en portada.