27 de abril de 2013
La cantante de tangos
A la cantante de tangos la conocí una noche en el Café Libro, el bar donde los muchachos de la escuela de filosofía organizan los jueves culturales, yo no me los pierdo porque aparte de tomar un par de tragos con los compañeros de escuela me puedo distender de las labores de padre y esposo.
Hace dos años que nació el pequeño Nicolás y desde entonces el peso familiar se me hace a ratos insoportable, el negocio no marcha mal, aunque mi mecánica es pequeña los clientes son variados y siempre me recomiendan.
El tema es que estaba en el jueves cultural, con mi traje beige nuevo, que gran error, una vez al mes tienen una presentación en vivo, no está mal aunque yo prefiero la música para bailar, pero allí estaba el jueves cultural con música de tango, una pareja de baile hacía las delicias del público mientras me ponía al día con la última clase de arqueología a la que falté.
Estudiar filosofía está bueno, desde hace nueve años que voy a la escuela pero por el trabajo no tomo el curso regular pero está bien, porque no me apura.
Luego le tocó el turno a la cantante de tangos, era colombiana y un poco mayor, pero en ese vestido de luces y abrigo de piel semi gastado se veía espectacular, caminó hasta el micrófono con una cadencia no apta para cardiacos y se echó dos o tres canciones ya no me acuerdo.
Normalmente no me gustan las mujeres muy pintadas, pero esta tenía un porte y elegancia que se veía bien aunque estuviera imitando al Tony Caluga.
Luego se sentó en nuestra mesa, yo no la invité, fue Marcial que es argentino y le empezó a echar conversa. Pero nos presentaron y pudimos hablar un rato, luego Marcial y los chicos se fueron despidiendo, yo me ofrecí a llevarla hasta su hotel y así, nos quedamos solos.
Dos vinos más y me contó la triste historia de su vida, estaba sola en el país y recién llegada para probar suerte, pero en dos semanas no había conseguido empleo y cantó allí como prueba para un empresario que no llegó, una lástima. Luego nos fuimos a su hotel.
De camino le pregunté donde se alojaba, yo conocía ese hotel porque lo había usado un par de veces con una novia, antes de conocer a mi mujer, me paré en una tienda a comprar una caja de vino y nos fuimos. Al llegar le propuse tomarnos el vino un rato mas, en su habitación, pregunté y la que estaba de guardia me informó que por un billete chico podría quedarme la noche entera.
No sé que hice mal, quizá debí ofrecerle el dinero al día siguiente, antes de irme, una ayuda económica, nada malo. O dejar un billete doblado en el velador sin más.
Total que al hacerle la propuesta me plantó la caja de vino encima. "Para que te enfríes", me dijo.
Y aquí estoy, en la entrada de mi casa sin saber cómo explicar estas manchas de vino en mi traje beige.