El Blog de Juan Cuevas: El corredor nocturno

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24 de abril de 2013

El corredor nocturno

Las dos de la madrugada y está listo para salir a la carretera con sus zapatillas bien calzadas y una bufanda al cuello para protegerse del frío, al salir del pueblo los estiramientos le han dejado listo para iniciar la marcha. 



Cinco kilómetros después entra en calor, no hay automóviles y el negro asfalto parece hundirse bajo sus pisadas acompasadas y constantes, a este ritmo en menos de cuarenta minutos estará en el pueblo de al lado, donde abundan los malandros.
El aire frío ayuda a refrescar sus pulmones a esta hora de la noche no hay manera de agotar las energías cuando se tiene el entrenamiento de los últimos años, ya las luces del pueblo donde abundan los malvados se tornan cercanas, junto al puerto, bordeando el cerro se puede llegar al centro del pueblo en cinco minutos, donde pronto llegarán los otros tres.
Las luces de los antros de mala muerte, de vicio y de maldad se confunden en la noche sin luna y el ambiente huele a peligro en la plaza central, el corredor ahora camina reduciendo sus pulsaciones mientras sus pasos enérgicos le conducen a las sombras de la calle. Ya lo han visto los malvados navaja en mano dispuestos al ataque le caen encima a la vuelta de esquina.
Primero un golpe y luego otro, un puño y un pie y los otros tres se unen al litigio con nuevos golpes. No bastan las armas de los ladrones en la noche cuando la hermandad se reúne en el parque y caen uno a uno los malvados, asaltantes y asesinos, viciosos sin perdón. La hermandad de los cuatro ha vencido una vez más, han pasado de potenciales víctimas en verdugos del crimen que mora en el pueblito perdido.
Ya limpio de la escoria es hora de volver cada uno de los cuatro a su rutina de dignos ciudadanos, el que bajó de las montañas puñal en ristre montó en su caballo, el joven profesor recogió su bastón y pedaleó en su bicicleta. También los que llegaron a pie volvieron antes de llegar el día. El calvo inspector de policía jubilado marchó solemne a su casa de retiro y el corredor nocturno inició el trote hasta su pueblo para oficiar la misa vespertina, antes de inquietar a los primeros parroquianos.