Es mejor el recuerdo

Te recuerdo mejor de lo que eras, por eso no te quiero ver.

No espero que llames a mi puerta ni quiero cruzarme contigo. Aunque me late el corazón cuando el sonido de tus tacos sube las escaleras. 

Tampoco ansío verte aunque a diario camine por tu calle.

Sé que no estás en tu oficina y lo razonable es que no subas por las escaleras. Es lógico pensar que ahora no eres esa, la que vive en mis recuerdos, la que se niega a salir de mi cabeza.

Hoy no serás más que carne que se descompone lentamente en los brazos de otro, ese tipo con el que te encontré aquella tarde que llegué temprano a casa. 

¿Cómo pudiste?, si eras mi estrella. La futura madre de mis hijos. En mi propia cama, enredada entre las sábanas que juntos fuimos a comprar. La querías de 500 hilos, muy fina, quizá para  dar elegancia al engaño.

Pero ya no eres la misma que recuerdo.

De tu carne podrida comienzan a hablar los vecinos y varios ya notan tu ausencia. Las sospechas no tardarán en llegar hasta mi puerta, con la fría formalidad del oficial de policía, el proceso es breve. 

Me dejo conducir con la callada resignación del perro que se comió al canario y está demasiado viejo para ladrar otra cosa que no sea una confesión.

En mi celda se acumulan la tristeza y los recuerdos de tu sonrisa latina y tus fatales caderas, se acumulan los años de condena del doble asesino. 

Todos te comprenden, nadie deja la celda abierta.
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