El Blog de Juan Cuevas: Sin calzón

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11 de febrero de 2014

Sin calzón

Esa sensación de haber estado antes en el mismo lugar, tenía que ver más con un aroma que no puedes definir pero si reconocer.

Otra carretera y un restaurante como otro cualquiera, tarde para seguir haciendo auto stop pero sin prisa por llegar a cualquier parte.

Su rostro avejentado por demasiados turnos de noche. Esas líneas en torno a los ojos o quizá fue algo en su mirada.

No puedo precisarlo, pudo ser sólo instintivo, animal.

Lo cierto es que una oleada de placer inundó mi abdomen, subió hasta mi pecho, luego bajó y explotó en mis pantalones.

Sus piernas cruzadas, ligeramente obscenas bajo el uniforme de mesera. 

Podía imaginarla sin calzón, sonriendo impunemente. Nadie lo sabría, que trabaja sin calzón, ni siquiera el ocasional cliente que le acaricia el culo con malicia, no  tendría la sensibilidad en los dedos por culpa del licor, no podría notar la tela barata en contacto directo con la piel. 

Mucho menos se atrevería a meterle mano por debajo, para llegar a la humedad, rozando unos pelitos acostumbrados al oxígeno de un restaurant de carretera, mezcla de humo de cigarros y olor a gasolina.

Nadie notaría que se ausentó sólo un momento, lo que dura una canción de Juan Gabriel en la rockola, tiempo suficiente para meternos en la bodega donde se guardan las escobas, apenas tenía el espacio para subir sus rodillas hasta el pecho y allí, reducida a la estrechez que albergaba un trapeador me regaló el último instante de pasión, lo que dura una canción. 

Después salió a repartir café con la entrepierna algo ensangrentada. Yo era uno más que desangraba, solo otro más que terminaba deshuesado para el estofado de mañana.