El Blog de Juan Cuevas: Muerte en el Chat

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13 de febrero de 2014

Muerte en el Chat

1
El sonido del regaetton impedía que Samira pudiera escuchar algo mas que el fuerte tum tum de los acordes principales, así lo prefería ella, sobre todo desde que el viejo degenerado del piso de abajo, ese que fue militar o carabinero en su pasado reciente se pusiera denso con la administración del edificio, exigiendo que se respetara el descanso ajeno. Como si ella no supiera que le mira el culo cada vez que sube las gradas y por eso siempre le cede el paso en la entrada.

No importaba, Samira se contoneaba frente al espejo y nunca sintió llegar a la Susy, su compañera de piso.

Susana era frenética hasta en la iglesia, como hamster con sobredosis de cafeína, según recuerdan sus maestras de colegio. Siempre buscando su identidad a través del arte, soñadora y entusiasta. Apenas llegó y antes de entrar a su pieza se fue derecho a la cocina y con la mochila aún a cuestas abrió el refrigerador para prepararse uno doble con queso sin jamón, se había vuelto vegetariana desde que salió con ese joven todo rústico que estudiaba danza y que aún vende artesanías a la salida del metro.

Con el vaso de jugo en una mano y medio pan en la boca entró a su pieza y antes de sacarse la mochila prendió el pc, se quitó las zapatillas y se quedó en calcetas de lana, lo que más le gustaba desde que se vino a Santiago a vivir sola era el hecho de andar en la casa en calcetas.

Su servidor de e-mails chilló una docena de veces, doce nuevos mails desde la mañana. Todas del mismo pobre diablo. Se llamaba Steven y lo conoció en la fiesta de cumpleaños de la Trini, compañera de facultad, es verdad que lo encontró mino desde que lo vió, pero después del primer encuentro le pareció muy patético, ¿a quién se le ocurre dar las gracias después de una cachita?.

Entero de mamón el Steven ese.

Borró todos los mails y hoy la brigada de cyber crimen anda sacando los permisos al juez para recuperar esos mails.

La Susy abrió la llave de agua caliente de la tina y la dejó corriendo, por eso el viejujo degenereque fue el primero en llegar al lugar, para reclamar por la filtración que llegaba a su departamento.

La Samira llegó inmediatamente después, justo cuando se acabó la batería de su Ipod y pudo escuchar el último grito de su compañera de piso.

2
El parte policial era confuso y el hecho de que el comisario Buendía fuera disléxico no tenía nada que ver en la cuestión.

Los datos fríos eran ya de por si bastante extraños.

El comisario Buendía se acomodó en su sitio favorito del local de Doña Rosa y pidió el terremoto de todos los jueves, una bebida a base de vino blanco y enfriada con helado de piña era el único licor que se permitía estando en servicio.

Mientras los acordes de la cueca brava iniciaban los festejos de las cinco de la tarde sacó de sus bolsillos la libreta con los desordenados apuntes y los colocó sobre la mesa como piezas de un rompecabezas. La única idea que tenía en ese momento era que definitivamente le estaban faltando piezas a esta historia.

Lo que más le molestaba era que el viejo había desconectado el enchufe del computador y al hacerlo éste había perdido toda la información. El comisario no entendía mucho de esos aparatos y probablemente hubiera hecho lo mismo.

La explicación que dio el viejo era que la habitación empezaba a inundarse y el agua podría provocar un cortocircuito.

Todo eso tenía mucha lógica, pero aún le molestaba. De hecho le irritaba la idea de no entender a esas maquinas modernas y mucho menos entender a la juventud, apretó los dientes al pensar en su hija que vive en Quillota y sus nietas llenas de piercings, vestidas de negro y con caras de pantruca, mas blancas que la cal.

Quizá lo que más le molestaba era que a los 17 años las niñas ya han tenido mas sexo que él mismo en toda su vida. Pero la simple idea le revolvía el estómago.

¿Y porqué me tenía que tocar a mi investigar este asunto?. Era mejor derivarlo al departamento de cyber crimen, esos chicos saben mas del tema y tienen la energía para luchar contra tanto demente.

De todas maneras no dejaba de angustiarle una pregunta fatal:

¿cómo puede una persona morirse frente a un computador?.

3
La Dra. Montt llegó tarde a la oficina forense pero nadie lo notó. Desde la facultad de medicina que aprendió a pasar desapercibida por la vida y de esa manera ir avanzando hasta graduarse, el problema es que la costumbre le quedó y por eso a sus 42 años aún realizaba autopsias para la oficina forense sin esperanza alguna de hacer investigación en alguna universidad gringa como era su deseo.

Tenía los labios adormecidos producto de una larguísima noche de felaciones con el amante de turno, lo conoció en el bar "Paréntesis" la noche anterior y si bien no pretendía volver a verlo gozó la aventura secreta como pocas veces.

Por eso aún sonreía al ver el cadáver de Susana Castro Jimenez, 21 años, perforaciones en orejas, labio superior y ombligo. Tatuaje en la zona lumbar. Sin heridas en la superficie de la piel.

El análisis demostró la causa del deceso: ataque cardíaco producido por shock emocional.

Una chiquilla tan joven, había que hacer otro análisis de drogas para explicar el ataque, porque estaba limpia. Realizó las incisiones en las tres cavidades principales. Primero el cráneo, nada anormal. Luego la cavidad abdominal y para terminar la cavidad toráxica.

Nada que explicara el ataque, solo un pequeño bollo alimenticio en el esófago. Nada de toxinas que provocaran envenenamiento, solo un poco de pan con queso.

No tenía señales de ataque sexual ni rastros de piel en las uñas. Pero un análisis mas detenido demostró trazas de saliva en uno de los pezones, los cuales no pertenecían a la víctima.

Por último el análisis forense encontró orines en su entrepierna y la vejiga vacía. Básicamente, murió de miedo.

La Dra. Montt tocó suavemente los labios de la víctima y pudo sentir ella misma el leve entumecimiento en su boca.

4
Dos agentes vestidos de civil subieron al último piso del Block de ladrillo a la vista, uno de ellos cubrió las ventanas del departamento y el otro se apostó en la escalera de emergencia. De esa manera las salidas estaban cubiertas y los agentes de la brigada de cyber crimen pudieron entrar con la orden de detención al departamento de Steven Francini, 24 años, estudiante de diseño próximo a graduarse. Sospechoso de enviar información por internet a la víctima que le causara la muerte por ataque cardíaco.

Apenas 32 horas después de la llamada de emergencia realizada por Samanta Gomez desde su teléfono celular por ataque de un vecino a su compañera de piso el caso estaba por resolverse.

Los oficiales de la ley tocaron a la puerta y no obtuvieron respuesta, a la tercera llamada rompieron la puerta y entraron al departamento del sospechoso que vivía solo en el último piso.

Un grupo de moscas volaban en torno al cuerpo sin vida del sospechoso, que colgaba de una de las vigas, el computador al otro extremo de la habitación aún encendido y conectado al chat de la Susy.

La cámara apuntando a los pies del cadaver, como testigo mudo de un suicidio pasional.

Y el último mensaje del amante despechado:

STEVE- Te vi con el Pepone en el baño de la facultad, te gustó lo que te hizo?.
SADYHOT- Queeeee?
STEVE- Solo quiero que sepas que esto lo hago por ti.