El Blog de Juan Cuevas: Sola otra vez

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4 de marzo de 2014

Sola otra vez

Los cuatro se reunieron tarde en el bar, justo cuando los malos inician su trabajo: después de las dos de la madrugada.

Desplegaron el mapa de la casa y repasaron el plan, la vieja camioneta Chevrolet esperaría en la plazoleta, Ramón sería conductor porque era el único con auto, le fallaba un poco la vista pero no lo comentó al resto de la banda.



El viejo Willy, un negro de 1,90 mts era el líder de la banda y además el único con formación militar, se dice que fue miliciano en la guerra, nadie conocía ni su edad ni su origen y por su forma de hablar podía pasar por un gringo que aprendió español en centroamérica. Siempre usaba la camisa cerrada con un solo botón a la altura del ombligo, en parte para disimular un prominente abdomen y en parte para mostrar sus enormes pectorales de cazador. El viejo sombrero de paja era otro elemento que jamás le faltaba, ni cuando nadaba en el río, ni cuando se atendía en algún prostibulo de la comarca.

Dicen que se acostaba con la maestra del pueblo pero esto último es falso.

De no ser por la enorme cicatriz que cruza su rostro, la cual nace sobre su ceja derecha y baja hasta mas allá del pómulo, podría tener el tranquilo aspecto de un campesino. Solo Dios sabe como salvó el ojo de aquel machetazo que le propinó el Guajiro, pero esa es otra historia.

Panchito Jimenez es diestro con el revolver, de su aspecto enfermizo no podía deducirse al asesino que en verdad es, mientras el plan era repasado mostraba los dientes chuecos en una falsa sonrisa, sus ojos vidriosos daban la impresión de que estaba siempre alcoholizado pero Panchito jamás ha probado licor, de pequeño oyó decir que el trago afecta el pulso y no quizo perder el don.

Tan flaco es Panchito que no falta el atacante poco informado que terminaba comiendo plomo por suponer que se encuentra frente a un esmirriado oponente. Nada mas apartado de la verdad, Panchito goza de notable salud y una fuerza prodigiosa de la que casi nunca hace gala porque como ya dije es muy diestro con el revolver.

Luego estaba Martita, la sirvienta de la casa. En realidad era novia del viejo Willy, cuando no trabaja en el prostíbulo de Doña Clara, al que ocasionalmente tiene que volver cuando al Willy se le acababa la suerte y el dinero, apenas tiene veinte años y desde los doce hace la calle, se enamoró del negro desde que éste mató a mano limpia a su anterior proxeneta, el chueco Mendez, de eso hace ya cinco años.

Martita acumula mucha calle en ese rostro angelical; la gente se fija poco en su cara ya que el gran atractivo reside mas abajo, en los hermosos pechos, blancos como la leche, siempre generosamente expuestos en amplios escotes, siempre apretaditos como fruta madura a punto de estallar. Por lo demás es menudita, cuerpo de adolescente.

Su misión es la más delicada ya que debió entrar a la casa como sirvienta un par de semanas antes del golpe, dar detalle exacto de la disposición de las habitaciones y costumbres y además obtener copia del la llave del portón principal. El negro le consiguió documentos falsos y una historia creible. A pesar de la gran planificación la joven era la única que parecía nerviosa en el bar.

A las cuatro de la mañana comienza el frío más intenso y a esa hora una vieja Chevy sin luces se detuvo a unos metros de la plazoleta del pueblo. Solo dos hombres bajaron de ella y el chofer esperó con el motor en marcha. A dos cuadras de alli una menuda figura en la oscuridad abría la puerta principal mientras los perros narcotizados seguían dormidos igual que sus amos.

Apenas sus socios cruzaron el portal principal Martita salió corriendo en dirección al Chevy, el ruido de sus tacones en la soledad de la noche fue uno de los detalles con los que el viejo Willy jamás contó.

Ruido que fue suficiente para despertar al párroco de la iglesia quien de inmediato llamó a la policía.

Solo siete minutos y dos autopatrullas inundaban la noche con sus sirenas, el capitan Lopez aprendió en la Academia que las luces y las sirenas de las patrullas eran suficientes para espantar a los delincuentes de pueblo y evitar asi mas de un enfrentamiento.

Solo uno de los costales con dinero alcanzó a llegar al Chevy, Ramón y Martita eran los únicos ocupantes de la camioneta, en ese momento Panchito regresaba a la casa a buscar los otros costales y pudo ocultarse en los arbustos de la plaza, pero el viejo Willy fue descubierto saliendo con un costal en cada mano, no le dieron tiempo de tomar su revolver, las luces de las patrullas deslumbraron sus ojos y luego de 39 impactos de bala el viejo Willy perdió la vida en la entrada de la casa que acababa de robar.

Al escuchar los disparos Ramón movió la camioneta con pasmosa sangre fría, lentamente y sin llamar la atención lograron escapar. Martita gritaba insistiendo en volver por los compinches, no sabía que eso además de imprudente era totalmente inútil.

La mañana siguiente el viejo Chevy amaneció en el fondo del lago, las huellas de los neumáticos fueron borradas de la tierra húmeda y tanto Ramón como Martita se refugiaron en la cabaña que tenían preparada para después del golpe.

Panchito Jimenez llegó casi al mediodia con la misma expresión enfermiza en el rostro y sin haber disparado un solo tiro. Lo primero que hizo al llegar fue abofetear a Martita por su torpeza al usar zapatos de tacón. Luego explicó la triste suerte del viejo Willy y también como logró escapar de la policía.

La situación era desesperada para la banda, no consiguieron el botin completo, se quedaron sin su lider y además tenían a la policía movilizada tras ellos. No es cosa fácil robarle al alcalde del pueblo el dinero necesario para comprar los votos de la reelección y menos sin una cabeza fría como la del negro que ya no estaba para dar las nuevas instrucciones.

Luego de llorar un buen rato Martita preparó el almuerzo para todos y sirvió cerveza, una vez más se quedaba sola en el mundo. Mientras Ramón salió a fumarse un cigarrillo ella ofreció su generoso escote al rostro de Panchito Jimenez.