Les juro que no pude contenerme, la dulce y cruel mirada de la chica me
sacó de mis casillas Por eso decidí golpear su cabeza con el primer
florero que pude tomar de la repisa. Al menos de esa forma no vería esa
sonrisa falsa de embaucadora. Su cuerpo cayó con suavidad sobre la
alfombra, incluso con gracia, solo entonces me vino el apremio, el
descontrol, ¿y quién es? se preguntaran los vecinos. Yo seria incapaz de
responder sin ver seriamente afectada mi reputacion.
Seguro solo
estaba desmayada, de su frente y junto a la ceja izquierda se le hizo
un chichón, tenía muy poco tiempo, a esa hora de la mañana ya tendría
que estar en el autobús rumbo al trabajo, por eso y como demoraba en
despertar la llevé hasta mi pieza, la acomodé en mi cama con mucho
esfuerzo y solo por precausión le amarré los tobillos y las muñecas a
los largueros de la cama, luego cubrí su boca con un esparadrapo y salí
corriendo para el trabajo.
Ese día no pude concentrarme, incluso
llamé por teléfono a mi departamento, como si alguien pudiera contestar,
como la biblioteca de la universidad cierra dos horas para almorzar
aproveché para volver a ver a mi prisionera, les juro que con la firme
intención de darle mas dinero y dejarla ir.
Pero no pude, apenas
llegué la vi despierta, con una mirada fúrica como tratando de matarme
ahi mismo, admito que tuve miedo verla asi, despaturrada sobre la cama y
con la marca de un golpe en el rostro, tratando inutilmente de safarse,
aquello me dio la confianza para llegar hasta ella y sacarle el
esparadrapo, la andana de gritos y maldiciones fue tal que se la cubri
nuevamente. La cosa se ponía mas compleja a cada minuto, hasta pensé en
matarla, debo admitir que la idea cruzó por mi mente durante un
instante, fue cuando entendí que había excedido los límites de la
ecuanimidad y la cordura.
Pero ya no podía liberarla, al menos no de momento. Tenía que hacerla razonar primero y lograr que no me acusara publicamente.
Siempre
cultivé un perfil bajo, desde pequeño. En la escuela fui el que poco
destacaba, el que pasaba de curso con lo justo para no ser tachado de
flojo ni ser adulado por mateo. Ya en la universidad estudié
administración pública con el único objetivo de hacerme con un cargo de
mediana importancia en el entramado burocrático y asi terminé como
bibliotecario de universidad pública desde hace 22 años, he tenido una
vida tranquila, sobre todo discreta. Pero ahora a mis 45 años de edad me
veo enfrentado a una situación que amenaza con destruirme la vida y
todo por romper mi delicada rutina.
Soy como esos ecosistemas delicados que se alteran ante cualquier contrariedad, amenazando con destruir mi existencia.
Y todo por un ligero cambio de hábitos, una torpeza mejor dicho.
El
primer jueves de cada mes acudo sin falta a la casa de Doña Irene, una
discreta sala de entretenimiento para adultos, pago mi ficha y voy
derecho a la pieza con una de las dos chicas que llevan tiempo alli y
saben el tipo de servicio que me agrada, nada fuera de lo normal, que
para excesos ya no está el cuerpo. Sin embargo esa noche de camino al
establecimiento mencionado reparé en una divina criatura, que hacía la
calle en la soledad del invierno.
Se que fue mi error, no debí
llevarla a mi departamento pero las ya mayores damas de la casa de Doña
Irene no lograban desde hacía meses satisfacer mis impulsos primarios. Y
aunque suene hipócrita decirlo ahora, me conmovió su desolación.
La
chica que ahora tengo confiscada de la vida alegre tampoco es inocente,
se burló sin medida de mis cualidades amatorias, se quedó hasta el día
siguiente so pretexto de armar un escándalo y estoy seguro que intentaba
robarme.
Pero nada me justifica, eso lo sé y por ello debo darle
solución a este conflicto, mientras pienso que hacer con ella le he
dado todas las comodidades que me han sido posibles. Le traigo los
alimentos que me pide, incluso los que atentan contra su salud, he
comprado todas las películas que ha querido ver, incluso contra mis
principios tuve que comprar los estrenos que venden en la calle para que
no tuviera queja.
Con toda discreción me he puesto a investigar
sobre el sindrome de Estocolmo, que indica que quien lo padece puede
llegar a sentir un lazo emocional muy fuerte por su captor, de momento
esa es mi única apuesta porque la otra opción es impensable.
Fue
así que llegamos al primer mes de esta nueva situación, lo sé porque
nuevamente es el primer jueves del mes y le he explicado a mi invitada
forzada que debía marchar al local de Doña Irene, esta vez fui sin
desviar mi ruta y confieso que tampoco la actividad me satisfizo. Decidí
volver corriendo al departamento para ver como estaba mi invitada. Ya
no da gritos estertóneos y me supongo que estaremos ambos
acostumbrándonos a la nueva situación.